viernes, 9 de marzo de 2012

El cuento: origen y desarrollo (112) por Roberto Brey

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Más hispanoamericanos (3)

Los dos últimos escritores que consideramos en este período presentan rasgos diferentes, pero ambos comienzan a redondear una escritura original que confluye en relatos con ciertas características típicas del cuento, aunque todavía no ingresan en la categoría que supo definir Poe y que luego cerrará en hispanoamérica el uruguayo Horacio Quiroga.

José Eduardo Wilde (1844-1913, Bruselas, Bélgica). Nacido en el exilio familiar en Tupiza, Bolivia, formó parte de la llamada Generación del 80. Su abuelo, Santiago Spencer Wilde, fue un inmigrante inglés, su padre Diego William Wilde, un médico y militar argentino, y su tío, José Antonio Wilde, también fue médico y autor de “Buenos Aires desde 70 años atrás”, una aguda visión del Buenos Aires de principios de 1800.

Se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1870, con una tesis premiada sobre El Hipo. Sin embargo, antes de recibirse interrumpió sus estudios para ayudar en la epidemia de cólera de 1867-1868 y para desempeñarse como cirujano del ejército en la Guerra del Paraguay.
En 1871 se destacó en la lucha contra la gran epidemia de fiebre amarilla declarada en Buenos Aires. Fue designado profesor en la UBA y Director del Departamento de Higiene y Obras de Salubridad de la Nación. Por esos años, publicó Lecciones de higiene y Lecciones de medicina legal y toxicología.

Afiliado al Partido Autonomista Nacional fue elegido dos veces diputado provincial y otras dos como diputado nacional. En 1882 el presidente Julio Argentino Roca lo designó Ministro de Justicia, Culto e Instrucción, y bajo su dirección se dictaron dos leyes decisivas de la organización institucional laica del país: ley de educación laica (inspirada en las recomendaciones de Domingo F. Sarmiento), y ley de matrimonio civil. Durante la presidencia de Miguel Juárez Celman se desempeñó como Ministro del Interior hasta 1890.

Integrante de la élite dirigente que acompañó la gestión de Roca, Wilde es, como Mansilla, como Cané, o como Lucio V. López, un típico escritor que va llevando a cabo su obra literaria en medio de otras ocupaciones. Pese a ello, sus obras completas abarcan casi veinte volúmenes. Al decir de Adolfo Prieto (Diccionario Básico de la Literatura Argentina) “la única de las obras de Wilde que pareció responder a una organización de ciertos alcances fue “Aguas abajo”, estructura novelesca apoyada en el uso de evidentes materiales autobiográficos”, inconclusa a la muerte del autor.

Sentido del humor, ruptura de la visión convencional, captación de sensaciones y una aguda visión de la cotidianidad, prestigian muchos de sus cuadros costumbristas, recogidos en “Tiempo perdido” (1878), “Prometeo y Cía.” (1899), “Por mares y tierras”, entre otros.
Tal vez el más famoso de sus relatos sea “Tini”, con marcada influencia de Dickens, al decir de Estrella Gutiérrez. “Lo escribí, dijo Wilde, para probarles a los mentecatos que sabía sentir; ellos lo ignoran”. Quiso ser original y lo logró, por lo menos frente a otros escritores de su tiempo.
Dos de sus escritos: “Los descamisados” y "La Nación" y su partido, se dan a conocer por la curiosidad de mantener alguna actualidad con ciertos personajes, sucesos y expresiones que se dieron durante el siglo XX y hasta estos días.

Para concluir vaya una perla de este médico y su tratamiento satírico de la poesía, tomado de un artículo crítico sobre el poeta Estanislao del Campo. Decía de los poetas: “A mi me inspiran compasión y cada vez que sé que una persona que aprecio hace bellos versos, me veo tentado a exclamar: ‘¡pobre, tan estimable por todo, pero poeta!’” Y en consecuencia, a Estanislao del Campo le predice que va a ser recordado sólo por su Fausto y le da un consejo, inspirado en Lord Byron del que opina: “es el menos repugnante de todos los poetas”.  Le pide que imite a Byron (“qué aumento el inglés con un sinnúmero de palabras y construcciones nuevas que inventó”), pero en castellano: “ríase de la Academia Española y trate como merece a esta pobre humanidad, de la que forma una mísera parte su amigo que lo compadece sinceramente, habiéndose llegado a convencer de que usted tiene el gravísimo inconveniente y la incomparable desgracia de ser poeta.” (20-05-1870)

La lluvia de Eduardo Wilde se puede leer en:
"La Nación" y su partido en:

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